Hoy me vuelco a lo simple,
a la belleza pura y sutil,
a la poesía en su esencia.
Mi espalda se entumece,
mis manos se crispan;
tan sólo quiero soltar,
preciso llorar palabras
cual tibias gotas sazonadas.
Basta de diluvios en papel,
que mi espíritu caiga
como rocío en las hojas.
Admiraré a los grandes
escritores
e imitaré, en mi juego
artístico,
a los grandes poetas de lo
eterno.
Y mi vida abrazará las
formas
de una oda...
Hoy me anuncio como poeta,
ya no como escritora.
No gusto más de largas horas
frente a pantalla y teclado;
ahora gusto de largas horas
frente al rostro de la
naturaleza
que besa a la creación.
Gusto de los versos hechos de
estrellas
y los renglones que saben a
tierra.
Doy las buenas noches al
cuaderno
que en sus pálidos brazos me
contiene
y me voy a crear con plácida
gracia
rapsodias en sueños de diosa.
Bajo a la selva subterránea
hasta que me llame la mañana
a regresar al mundo de arriba,
a cubrir con el velo corpóreo
este poema salvaje que se
escapa.
Ya no lo cuento como un cuento,
ahora lo cuento como un alma.
Natalia Peralta












