27.9.20

LOBA (cuento)


Ella caminaba junto a la loba. Se seguían a todas partes. Ella iba desnuda porque se sentía silvestre. Iba acompañada de la loba porque no quería que nadie la molestara.

Se sentaban una al lado de la otra, cerraban los ojos, levantaban sus narices y olfateaban en el ambiente todos los aromas cercanos y los lejanos.

La loba se acicalaba y lamía también la piel de su compañera.

Andaban en silencio, excepto cuando se detenían a aullar. A ella no le gustaba hablar y a la loba no le gustaba ladrar. Pero eran un perfecto dueto cuando juntas aullaban.

Se entendían con miradas.

A veces, ella se ponía en cuatro patas, miraba fijo a la loba y comenzaban el juego. Otras veces, la loba empujaba con su hocico a su camarada para iniciar la juerga.


Por las noches, la loba se hacía un ovillo y ella se recostaba sobre su pelaje, cálido como un abrigo. Sus tibios alientos se unían en el aire mientras dormían.

Dicen que un amanecer salieron dos lobas de la cueva. Y de la humana ya no hubo rastro.

Natalia Sol Peralta

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