27.9.20

LOBA (cuento)


Ella caminaba junto a la loba. Se seguían a todas partes. Ella iba desnuda porque se sentía silvestre. Iba acompañada de la loba porque no quería que nadie la molestara.

Se sentaban una al lado de la otra, cerraban los ojos, levantaban sus narices y olfateaban en el ambiente todos los aromas cercanos y los lejanos.

La loba se acicalaba y lamía también la piel de su compañera.

Andaban en silencio, excepto cuando se detenían a aullar. A ella no le gustaba hablar y a la loba no le gustaba ladrar. Pero eran un perfecto dueto cuando juntas aullaban.

Se entendían con miradas.

A veces, ella se ponía en cuatro patas, miraba fijo a la loba y comenzaban el juego. Otras veces, la loba empujaba con su hocico a su camarada para iniciar la juerga.


Por las noches, la loba se hacía un ovillo y ella se recostaba sobre su pelaje, cálido como un abrigo. Sus tibios alientos se unían en el aire mientras dormían.

Dicen que un amanecer salieron dos lobas de la cueva. Y de la humana ya no hubo rastro.

Natalia Sol Peralta

22.9.20

DIOSA

A medida que fue pasando
el tiempo en mi cuerpo
aprendí a sentirme atractiva
sin maquillaje
sin tinturas en el pelo
sin usar ropa ajustada.

Aprendí que puedo ser sensual
al natural, con nuevas líneas
o pecas en mi rostro,
con mis canas,
con mis rollitos,
con mis estrías,
con mis manchitas,
con mis cicatrices,
con mi celulitis,
con mi delgadez,
con mis asimetrías.

Aprendí que la belleza
sólo se trata
de sentirme en paz
conmigo misma
y amarme incondicionalmente
tal cual soy.

Natalia Sol Peralta

Ph. Javier Páez Muro