
Siempre
tuve miedo a la idea de andar en kayak, temía que la canoa se diera vuelta,
creía no tener la fuerza suficiente para remar o que el cuerpo se me cansara
demasiado rápido. Pero esta vez acepté el desafío, el Nahuel Huapi me pedía que
lo navegara. Además no lo haría sola, remaría junto a mi compañero. Aun así,
sentí algo de temor al momento de arrastrar el kayak hasta el agua y subirme
sobre él. Nos
adentramos en el lago y en cuestión de pocos segundos el miedo se convirtió en
placer. Remar era un esfuerzo fácil, sólo había que dejarse llevar por la
intuición y avanzar en la dirección que se desease. Cuando estoy en el agua mi
resistencia física, por lo general limitada, aumenta. Dejar quietos los remos luego,
recostarse sobre la canoa y permitirse hamacar por las olas, es una sensación deliciosa.
Fue tal mi regocijo de navegación que, pasadas casi cuatro horas, no deseaba
salir del agua. Y yo que sentía miedo… gracias a mi amor por el agua navegar en
kayak se convirtió en una grata metáfora más sobre el arriesgarse y superarse a uno mismo.
Además del rafting por el río Los Patos de Barreal, en San Juan, bogar el kayak por
el lago Nahuel Huapi, en Neuquén, fue la segunda aventura en agua más
maravillosa que he vivido. Sentir avanzar el navío de una forma tan armónica y
respetar cada oleaje, siendo parte de cada movimiento del lago, no luchando
contra él sino yendo con él.
Desde
la ribera del camping Cullunche en Villa La Angostura, frente a la Isla Menendez, comenzamos
la travesía hacia el Norte, pasamos muchos puertos, dimos la vuelta, no
dirigimos hacia la Isla Piojito, y continuamos remando hacia el Sur. Por
momentos soltamos los remos, quedando a la deriva, el movimiento lacustre sacudiendo el
kayak, y así dejamos que en el último tramo, con una mínima ayuda de los remos,
el lago nos devolviera a la orilla. Nos incorporamos con las piernas empapadas,
con el viento helado del atardecer patagónico congelándonos las piernas, pero
con el calor del sol en el rostro y en los brazos, abrigando la culminación de
esta aventura en el Sur que, sin duda alguna, es una experiencia que hemos de repetir.
Natalia
Peralta
Fotografía: Javier Páez
Muro
Lago Nahuel Huapi, Neuquén