25.6.20

Saudade


A veces la distancia tiende trampas,
entre la nostalgia y el silencio
estiro las manos vacías
ante la imposibilidad de lo tangible

pero el amor es incorpóreo,
inconexo, ni mar ni nube,
moléculas que unen cielo y tierra
aunque no haya oleaje,
aunque no diluvie.

Natalia Sol Peralta


Ph. Natalia Sol Peralta
Ruta 40, Argentina

13.6.20

Día del Escritor


Recuerdo el primer día del escritor que celebré. Tenía dieciocho o diecinueve años y estaba decidida a ir por primera vez sola a un café a leer y escribir. Me daba algo de pudor, pero quería animarme, mi espíritu bohemio me lo pedía. Era una tarde muy gris de fines de otoño en la ciudad de Buenos Aires. Media hora antes de mi cita pactada conmigo misma, se largó a llover torrencialmente. Miraba la calle por la ventana de mi habitación, llovía cada vez con mayor intensidad. Aun así, me abrigué, me puse el piloto impermeable con el morral colgado debajo para que no se mojaran cuaderno y libro, y salí debajo de la lluvia. Caminé hasta el café El Coleccionista, a unas cuadras de casa en el barrio de Caballito, y me senté junto al ventanal. Debido a la fuerte tormenta, había mucha gente adentro. Me sentí un poco inhibida y temí no poder concentrarme en mis asuntos. Hice mi pedido usual de aquella época: un cortado en jarrito con dos medialunas de manteca. Una vez que el mozo dejó en mi mesa lo que había ordenado y apoyé sobre ella mi pareja literaria, todo cambió. Empecé a leer y las voces del gentío se fueron tornando cada vez más lejanas. Concluida la lectura, abrí mi cuaderno, apoyé la lapicera en la hoja y me hundí en ella. Sólo levantaba la vista para ver el agua caer por la ventana, el parque Rivadavia y la avenida bajo una cortina uniforme de lluvia. Y en mi cuaderno las palabras se precipitaban de la misma forma. Permanecí allí alrededor de dos horas. Cuando salí la tormenta había mermado. Esa tarde experimenté un trance literario tan profundo, extasiada hasta el orgasmo lírico, que desde ese entonces cada día del escritor lo celebro en un café con mis cuadernos y libros de turno.
Hoy tuve la hermosa suerte de poder obsequiarme esta celebración, unos diecisiete años después de aquella iniciación, en el café Tres Cumbres de la ciudad de San Juan. Aquí han reinaugurado los cafés hace una semana. Desde el ventanal contemplo un día soleado con un cielo impecable en el que se ve a plena luz del día la perfecta silueta menguante de la luna. Tomo un sorbo de café, vuelvo la mirada al cuaderno y mi suspiro sale condensado en tinta a través de las palabras.

Natalia Sol Peralta


La fotografía la tomé el invierno pasado en el Café Cortázar, uno de mis bares porteños favoritos, situado en el barrio de Palermo.