11.7.17

Alma


Hay una palabra que me atraviesa. Hay un estado del ser, dentro y fuera del cuerpo, que es grande adentro y es grande afuera. La unidad entre lo externo y lo interno. La piel como única barrera que delimita lo humano. Más que una palabra es el concepto de un todo. El éter que me sujeta. El éter que llena todos mis huecos internos. El alma.


Se siente tan bien ser una misma. En los días buenos y en los días malos. Con todas las virtudes y con todos los defectos. Se siente bien porque ya no hay que fingir nada. Soy lo que soy, sé lo que sé, siento como siento.
Ya no busco la aprobación ajena porque me apruebo a mí misma. Ya no persuado a nadie para que entre a mi vida ni para que salga de ella. Que estén los que tienen que estar. Claro que a veces me sorprendo, con silencios imprevistos, con visitas inesperadas. Recibo los silencios con respeto y recibo las visitas con alegría. Me gusta el inacabable estupor de los vínculos.

Siento este tornarme cada vez más segura de mí, este pulir y demoler lo edificado encima de esta cariátide, este ir soltando el peso de las manos, la cabeza y la espalda, que dejará al descubierto la escultura carnal sosteniéndose en el pilar de su alma, cimentada con la misma materia volátil del ánima que rellena todas mis concavidades.

Natalia Sol Peralta

3.7.17

Sobre Pizarnik

Desde hace un año estoy leyendo con gran fervor la obra en poesía y prosa de Pizarnik. Y sí, me enamoré de Alejandra, y me identifico en sus versos que explotan de intensidad y se desgarran, en esa loba arañando todas las paredes de su ser buscando salida, en su estructura desestructurada.
Es la referente femenina que estuve buscando por años; no la poetisa de corazón inmaculado que habla de flores y amores floridos, sino la poetisa de corazón herido y enmendado, que usa la palabra como alcohol que arde para sanar heridas. No es la poetisa que habla de la dulzura de la miel sino de todo lo que acontece en la oscuridad del panal para que chorree esa lírica pegajosa, que medio molesta en su versatilidad mas envicia en el deseo de saborear hasta el espesor de su última gota.

Ay, Alejandra, te leo y me estremezco, y sé que aunque me despedace y me desarme en mil alaridos mi aullido no alcanzaría a ser tan fuerte como el tuyo.
Luego de tantos años llegaron a mí tus letras, tenía que pasar mucho, vivenciar las inevitables intensidades que adolecen al alma poeta, para poder entenderte cuando te leyera, para que mi lágrima o mi suspiro se una a los tuyos en el papel.
Ay, Alejandra, quién tuviera tu habilidad para desglosar las hondonadas y abismos inherentes al ser humano y la idiosincrasia de mujer y colocarlo todo en versos breves u oraciones interminables, tus letras resistentes como un cajón de roble, allí lo has guardado todo, y allí me guardo con vos a veces.

Natalia Sol Peralta