(A Natalia Lizama)
Estamos lejos, sí.
Hay
un silencio oceánico
con
una profundidad inasequible
por
donde viajan mis pensamientos
y
los tuyos,
por
donde bucea nuestro afecto
para
encontrarse en algún punto
del
Pacífico.
Este
poema me sabe húmedo
son
sal de mar y lágrimas
porque
la vida cambia
y
en cada llanto el rostro se transforma
y
el alma.
Mas
también somos las mismas
que
antaño reímos tiradas en el suelo
mate
mediante
y
filosofías de vida atragantadas.
Tan
distintas y tan iguales
como
un espejo frente a otro;
en
la aguada distancia el reflejo crece
y
a través de él nos mira el sol
y
nos enceguece.
Caminamos
bajo el mismo sol, sí.
Quizás
no estamos tan lejos entonces.
Se
mojan mis ojos al fantasear
el
abrazo apretado de un reencuentro.
Con
nadie he podido ser tan yo misma,
expresar
mis más íntimos anhelos
y
tristezas
y
enojos
y
alegrías.
Me
gusta imaginarte de día,
activa,
mientras aquí
me
vence el sueño;
o
tú soñado mientras aquí
transcurre
la vida.
Juntemos
tu arena y mi tierra
en
algún punto del Pacífico,
amiga
mía,
y
construyamos una balsa
de
amor de puerto en puerto
mientras
navegamos la existencia
en
lejanía.
Natalia
Peralta
