Poco importa
si son los menos
los que entienden
que las lágrimas
purifican,
que el llanto
aunque simule tormenta
en verdad
es una profunda limpieza
del alma.
Cristalinas gotas
cual pequeños cuarzos
con sabor a sal
trasmutan emociones;
se hace líquida
la cólera, la tristeza,
que en un afluente
a veces incontrolable
se va,
se evapora,
se transforma.
Soltemos las lágrimas
que se nos quieren llover,
sino el espíritu
como un firmamento interno
se oscurece,
se nos hinchan los pulmones
cual nubes grises
impidiendo al sol pasar
y el aire empuja
con iracunda fuerza.
Que no nos avergüence
nuestra lluvia interna
si se acerca
y se derrama,
si no la podemos explicar
tal vez sólo anhela
ser mar,
una ola de vida
chocando fugaz en la piel,
evaporándose límpida.
El sol sale
y la marea crece,
es un ir y venir
del espíritu reflejado
en el inmenso océano
de esta cíclica existencia.
Un manantial de lágrimas
mañana será un lago
en el que febo contemplará
su ardiente presencia;
y el diluvio volverá a caer
enfriando mejillas de cielo
y será vaporosa alegría
subiendo, volviendo a tronar,
otra vez mojando el alma,
fertilizando y reverdeciendo
la tierra acuosa del ser
con su emotivo temple.
Natalia
Peralta