“Hay momentos en que toda la ansiedad y el esfuerzo acumulados se
sosiegan en la infinita indolencia y reposo de la Naturaleza..."
Henry D.
Thoreau ~
Cada
día, al despertar en el barrio Los Tamarindos, en el alba reinan las aves con
sus animosos cantos rompiendo el silencio matutino. A veces, con mis ojos aún
cerrados, escucho a los perros de la casa, Buck y Leo, que han madrugado y juegan
juntos en el patio trasero. El viento sanjuanino de otoño está comenzando a
sumarse también a la sinfonía de la alborada. Me siento en la cama, miro a
través de la ventana y mi vista se puebla de plantas, arbustos, a veces algunas
rosas, un lindo trozo de cielo y algunas aves que pasean en el firmamento aún
azulado. El viento ha sumado también el vaivén de hojas y ramas al paisaje de
la aurora. Cuando me despierto un poco más entrada la mañana, puedo ver todo
brillando bajo la fuerte luz del sol, los verdes se tornan anaranjados, las
rosas se encienden y el cielo se entinta con un celeste cada vez más traslúcido;
y ya se escuchan algunos ruidos del pueblo que se ha vuelto a poner en marcha
para una nueva jornada. Así son mis despertares en San Juan.
Luego
hay que salir a trabajar y viajar hacia el centro; un centro tranquilo, pero
con todos los pormenores de una ciudad. En el camino que recorre el micro mi
vista siempre se posa lejos, contemplo los cerros que rodean la provincia, a
veces marrones claros, medios perdidos bajo el sol y la tierra de la atmósfera;
otras veces oscuros bajo las frías nubes que suelen acariciar las cimas, o sus
picos nevados tras varias mañanas frescas.
Mi
afán de naturaleza es aún mayor. San Juan es hoy un bello trayecto del camino
que trazo en el destino que me llevará a vivir en un ambiente más salvaje;
anhelo los cerros más cerca, anhelo que la vegetación y los animales sean el
entorno en la integridad de mis días. Siempre supe que mi vida no transcurriría
por siempre en la gran ciudad, y así como un día en Buenos Aires el camino se
abrió ante mis ojos y todas las flechas apuntaban al noroeste, siendo el arribo
en San Juan, sé que de la misma forma un día se abrirá ante mí el nuevo camino
que me marcará el recorrido de mis quimeras hacia la realidad, y la vida será
una verdadera comunión entre lo puro y lo salvaje de la Naturaleza.
Natalia
Peralta
Fotografía: Natalia Peralta
Chimbas, San Juan
