25.4.12

Magnificencia de lo cotidiano

Hace unos días, vi por la calle a un niño caminando de la mano con su madre. Pasaban por el costado del verde jardín de un hospital que se encuentra cercano a mi casa. En el pasto, próximos a la vereda, se encontraban dos gatos lamiéndose cariñosamente el uno al otro. El niño quiso parar a observarlos, pero la madre lo tironeaba del brazo, apurada por seguir adelante. El niño se resistía, pero la madre ganó con su fuerza y siguieron caminando con prisa.

Hace otros días, cuando me encontraba en una esquina esperando para cruzar la calle, vi a una niña a mi lado que mirando el cielo le tiraba de la ropa a su madre en señal de atención mientras le decía -¡Mirá, mamá, se ve la luna de día!- Se asombró que en plena luz del día, entre medio de los altos edificios, la luna ya nos sonreía con un cuarto creciente. La niña insistió pero la madre no levantó su mirada al cielo, su atención estaba expectante del semáforo que, ni bien cambió de color, las dejó cruzar apresuradamente.

Me he cansado de ver en el último tiempo, niños que en pasos fugaces por las plazas quieren detenerse tan sólo un instante a observar a las palomas y las madres, mientras los tironean de algún brazo, les dicen que no hay tiempo, que se les hace tarde para una u otra cosa.

Todo esto me ha hecho llegar cómo ráfagas muchas reflexiones internas, que hoy me han generado el deseo de trasmitir:

Llegamos a este mundo tan conectados con todo…

La niña que en medio de los edificios, en medio del caos de un día de ciudad, ve la luna de día y se pone feliz. Es su clara y fuerte conexión con el Universo.
El niño que repara en dos gatos que se lamen afectuosamente el uno al otro. Su sensibilidad lo hace desear detenerse a observarlos. Es su clara y fuerte conexión con el Amor y la Naturaleza.

Nos han educado de tal forma que siempre hay que correr y estar apurados por cumplir los mandatos sociales, dejando de lado los internos, hasta finalmente ni siquiera poder escucharlos. No hay tiempo, ni un minuto en veinticuatro horas del día, para mirar la luna, las palomas, unos gatitos, las nubes, una flor, nada. Siempre estamos llegando tarde a algún lugar. Y creemos que sólo tenemos derecho a disfrutar de la naturaleza en esos pocos días que una o dos veces al año nos dan de vacaciones. De hecho, estamos seguros que sólo es naturaleza una playa o una montaña. No vemos que estamos rodeados, en donde sea que estemos, de cielo, nubes, luna, sol, estrellas, quizás de árboles, flores, palomas, pájaros, de vez en cuando mariposas, libélulas, un arco iris, etc.

Se habla de encontrar o buscar la conexión con el Universo y la Naturaleza, pero se trata de recuperar, tan sólo de recuperar, algo que siempre tuvimos, algo con lo que nacimos y morará por siempre en nuestro interior, por más escondido que pudiera llegar a encontrarse. Pudimos haberlo perdido dentro de nosotros mismos, y allí mismo es donde lo volveremos a encontrar.

Volvamos a mirar el mundo con pureza y comenzaremos a encontrar la belleza en él a cada instante, a reconectarnos. Tomémonos un momento para sentir al Universo rodeándonos por doquier, y en su misma infinitud el Amor y la Naturaleza que nos envuelven perpetuamente.

Natalia Peralta