
“Todas las preguntas que se suscitaron aquel día en la reunión pública estaban referidas a la vida más allá de la muerte.
El Maestro se limitaba a sonreír sin dar una sola respuesta.
Cuando, más tarde, los discípulos le preguntaron por qué se había mostrado tan evasivo, él replicó:
-¿No habéis observado que los que no saben qué hacer con esta vida son precisamente los que más desean otra vida que dure eternamente?
-Pero ¿hay vida después de la muerte o no?-insistió un discípulo.
-¿Hay vida antes de la muerte? ¡Esta es la cuestión!- replicó enigmáticamente el Maestro.”
Preciosa moraleja de Anthony de Mello. No es bueno estar atado al pasado, pero tampoco lo es estar atado al futuro. La vida se sucede Aquí y Ahora, pero nos han inculcado desde chicos la adicción a pensar más en el futuro que en el presente, de querer estar siempre un paso más adelante, aunque no hayamos levantado siquiera el pie para darlo.
Es verdad que es difícil establecerse de lleno en el presente, aún en las pequeñas cosas; confieso que antes de comenzar este escrito ya lo imaginaba terminado. Y no hasta que comencé a dejarme fluir renglón a renglón pude sentir que estaba creando este instante. La acción nos centra, nos trae obligatoriamente al presente. Ahora mismo podemos pensar en el futuro, pero ahora mismo no podemos actuar en el futuro, ni mucho menos en el pasado. No hay mejor forma de estar presentes que accionando. Pero accionado correctamente, inteligentemente, nutriendo nuestras vidas en el hoy.
Una vez le preguntaron a Buda qué era lo que a él más le sorprendía de la humanidad.
Buda respondió: “Los hombres, que pierden la salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud; y que por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente de tal forma, que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro, viven como si nunca fuesen a morir, y mueren como si nunca hubiesen vivido."
Saboreemos la vida momento a momento, vivamos cada instante intensamente. Sólo debemos ocuparnos de vivir el hoy bajo la acción correcta, luego nada podría ir mal. Si accionamos correctamente en nuestra cotidianeidad podemos estar tranquilos de que todo lo que suceda será lo mejor que puede suceder, aún cuando se trate de alguna pena que debamos pasar, sabremos que la vida misma nos está enseñando algo. El Universo no puede traer a nuestro presente otra cosa más que un orden perfecto de sucesos.
Se me viene a la mente la teoría de Friedrich Nietzsche del eterno retorno. En su gran libro La Gaya Ciencia, en el fragmento “El peso formidable” nos plantea:
“¿Qué sucedería si de día o de noche te siguiese un demonio a la más apartada de tus soledades y te dijese -Esta vida, tal como tú la ves actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla una vez más, y una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro, todo lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño de tu vida, vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y el mismo orden, y también este instante, y yo mismo. ¡La eterna clepsidra de la existencia dará vueltas incesantemente, y tú con ella, polvo al polvo!?- ¿No te arrojarías contra la tierra rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así hablase? ¿O bien has vivido ya el instante prodigioso en que le contestarías -¡Tu eres un dios, y jamás he oído palabras más divinas!- Si este pensamiento tomase fuerza en ti, tal como eres, te transformaría quizás, pero quizás te anonadaría también, la cuestión ‘¿Quieres esto una vez más y un número infinito de veces?’ pesaría sobre todas tus acciones de una manera formidable. ¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no ‘desear otra cosa’, sino esta suprema y eterna confirmación!”
¡Vivir la vida de tal manera que valga la pena volver a vivirla! Amar la vida tanto que deseemos que se repita tal como es, sin soñar con un paraíso imaginario al cual viajar después de la muerte, sentir que no hay nada mejor que esta existencia; ¡y que al final de nuestro camino no deseemos otra cosa más que volverlo a empezar, paso por paso!
Este pensamiento nos lleva a buscar el esplendor de cada momento. Nos lleva a ser, aquí y ahora, intensamente.
En uno de mis libros de cabecera, Así habló Zaratustra, encontré años atrás otro bello pensamiento que me acompaña siempre:
“Todo se va y todo vuelve. La rueda de la existencia gira eternamente. Todo muere y todo vuelve a florecer: el año del ser transcurre eternamente. Todo se rompe y todo se recompone. Incluso la morada del ser se edifica a sí misma eternamente. (…) A cada instante comienza el ser. La esfera de un ‘allá’ gira en torno a todo ‘aquí’. En todas partes se encuentra el centro; curvo es el sendero de la eternidad.”
El pasado ya no existe, el futuro aún no existe. Vivamos hoy. Seamos presente.
Natalia Peralta
