27.11.11

Incongruencia... ¡y el eterno retorno!


“Todas las preguntas que se suscitaron aquel día en la reunión pública estaban referidas a la vida más allá de la muerte.
El Maestro se limitaba a sonreír sin dar una sola respuesta.
Cuando, más tarde, los discípulos le preguntaron por qué se había mostrado tan evasivo, él replicó:


-¿No habéis observado que los que no saben qué hacer con esta vida son precisamente los que más desean otra vida que dure eternamente?
-Pero ¿hay vida después de la muerte o no?-insistió un discípulo.
-¿Hay vida antes de la muerte? ¡Esta es la cuestión!- replicó enigmáticamente el Maestro.”

Preciosa moraleja de Anthony de Mello. No es bueno estar atado al pasado, pero tampoco lo es estar atado al futuro. La vida se sucede Aquí y Ahora, pero nos han inculcado desde chicos la adicción a pensar más en el futuro que en el presente, de querer estar siempre un paso más adelante, aunque no hayamos levantado siquiera el pie para darlo.
Es verdad que es difícil establecerse de lleno en el presente, aún en las pequeñas cosas; confieso que antes de comenzar este escrito ya lo imaginaba terminado. Y no hasta que comencé a dejarme fluir renglón a renglón pude sentir que estaba creando este instante. La acción nos centra, nos trae obligatoriamente al presente. Ahora mismo podemos pensar en el futuro, pero ahora mismo no podemos actuar en el futuro, ni mucho menos en el pasado. No hay mejor forma de estar presentes que accionando. Pero accionado correctamente, inteligentemente, nutriendo nuestras vidas en el hoy.

Una vez le preguntaron a Buda qué era lo que a él más le sorprendía de la humanidad.
Buda respondió: “Los hombres, que pierden la salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud; y que por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente de tal forma, que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro, viven como si nunca fuesen a morir, y mueren como si nunca hubiesen vivido."

Saboreemos la vida momento a momento, vivamos cada instante intensamente. Sólo debemos ocuparnos de vivir el hoy bajo la acción correcta, luego nada podría ir mal. Si accionamos correctamente en nuestra cotidianeidad podemos estar tranquilos de que todo lo que suceda será lo mejor que puede suceder, aún cuando se trate de alguna pena que debamos pasar, sabremos que la vida misma nos está enseñando algo. El Universo no puede traer a nuestro presente otra cosa más que un orden perfecto de sucesos.

Se me viene a la mente la teoría de Friedrich Nietzsche del eterno retorno. En su gran libro La Gaya Ciencia, en el fragmento “El peso formidable” nos plantea:

“¿Qué sucedería si de día o de noche te siguiese un demonio a la más apartada de tus soledades y te dijese -Esta vida, tal como tú la ves actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla una vez más, y una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro, todo lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño de tu vida, vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y el mismo orden, y también este instante, y yo mismo. ¡La eterna clepsidra de la existencia dará vueltas incesantemente, y tú con ella, polvo al polvo!?- ¿No te arrojarías contra la tierra rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que así hablase? ¿O bien has vivido ya el instante prodigioso en que le contestarías -¡Tu eres un dios, y jamás he oído palabras más divinas!- Si este pensamiento tomase fuerza en ti, tal como eres, te transformaría quizás, pero quizás te anonadaría también, la cuestión ‘¿Quieres esto una vez más y un número infinito de veces?’ pesaría sobre todas tus acciones de una manera formidable. ¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no ‘desear otra cosa’, sino esta suprema y eterna confirmación!”

¡Vivir la vida de tal manera que valga la pena volver a vivirla! Amar la vida tanto que deseemos que se repita tal como es, sin soñar con un paraíso imaginario al cual viajar después de la muerte, sentir que no hay nada mejor que esta existencia; ¡y que al final de nuestro camino no deseemos otra cosa más que volverlo a empezar, paso por paso!
Este pensamiento nos lleva a buscar el esplendor de cada momento. Nos lleva a ser, aquí y ahora, intensamente.

En uno de mis libros de cabecera, Así habló Zaratustra, encontré años atrás otro bello pensamiento que me acompaña siempre:

“Todo se va y todo vuelve. La rueda de la existencia gira eternamente. Todo muere y todo vuelve a florecer: el año del ser transcurre eternamente. Todo se rompe y todo se recompone. Incluso la morada del ser se edifica a sí misma eternamente. (…) A cada instante comienza el ser. La esfera de un ‘allá’ gira en torno a todo ‘aquí’. En todas partes se encuentra el centro; curvo es el sendero de la eternidad.”

El pasado ya no existe, el futuro aún no existe. Vivamos hoy. Seamos presente.

Natalia Peralta

21.9.11

Silencio del violín













Tan sólo puedo contemplarte…
Tu música aún está dormida.
Descansas en terciopelo azul
a la espera de suaves caricias
que te harán gemir y gritar.
Tu sonido es placer, es éxtasis,
es un cuarteto de Beethoven
en su clamor a la vida.
Es una dulce melodía de Haydn
que te susurra poesía al oído,
que se te esparce como azúcar
en las venas.
Es un capricho de Paganini
que se te aloja en las entrañas,
que te desgarra.
Un sin fin de emociones
descansan en tus cuerdas quietas.

Te arrullo con gamuza roja,
me reflejo en tu cuerpo de madera.
El silencio no opaca tu belleza,
instrumento de sutiles curvas,
de finos detalles, pequeño primor
que al más leve roce te enardeces.
Hoy tan sólo te contemplo…
a veces, mis manos inexpertas
te hacen expresar incongruencias.
Espero con ansias los días
en que empecemos a entendernos,
tu buscarás sostén en mis manos
y mi mentón reposo en tu concavidad.
Vetusto anhelo palpitante;
siempre esta admiración por tu sonido,
siempre este amor por tu figura,
siempre este fuerte deseo de tocarte.
El primer sueño ha sido cumplido;
hoy reposas a mi lado,
el destino te acercó a mis manos.
El próximo sueño a cumplirse
aguarda el lugar y el tiempo propicio
que están pronto a alcanzarnos.
Mientras tanto, mi estimado violín,
tan sólo puedo contemplarte...

Natalia Peralta

13.8.11

Sombras en la luz

El amor como algo que siempre está, aunque no pensemos en él o ni siquiera lo sintamos.

El amor que está con uno siempre, que está junto a ti como tu propia sombra, porque el amor es tu esencia.

Y tanto el amor como la sombra parecen desaparecer cuando son invadidos por una completa oscuridad.

Pero cuando uno vuelve hacia la luz, ve que la sombra del amor sigue junto a uno, porque nunca se fue, porque siempre estuvo.

El amor es.

No es luz ni oscuridad, es una esencia de luminosidad que es uno mismo y que al mismo tiempo se expande fuera de uno.

La sombra no se toca, pero sabemos que está, que existe, que se proyecta desde uno, y que al mismo tiempo es uno.

Podemos mirar hacia otro lado y pretender que no está, podemos hasta olvidar que la llevamos con nosotros.

Podemos sentirnos tan libres, porque no hace falta ser conciente de algo que siempre está, no hace falta cuidar algo que no se pierde.

¿Hablo de la sombra? ¿Hablo del amor? Dedúzcanlo ustedes, mientras proyectan sombra, mientras expanden amor bajo la luz, o mientras permanezca escondido en la oscuridad.

La sombra del amor es infinita, es de todos y para todos. Somos tan libres de amar que podemos hacerlo por cada ser sobre la tierra.

Hay tantas sombras de amor, que unidas son el claroscuro del mundo, la esencia del Ser, despierta o dormida.

El amor está. El amor es. Y su sombra vive a tus pies.

Natalia Peralta

Fotografía: Natalia Peralta

29.7.11

Ser











Sentir que uno es eso que en realidad no quería ser,
pero que debía ser.
Sentir la liberación de lo que en verdad no era
y darle la bienvenida a la realidad del ser.
Sentirse ser.
Sentirse.
Ser.

Natalia Peralta

10.6.11

Ave Fénix


Arde en la hoguera de su propio vuelo.
Bajo el cuerpo de lumbre ella es el Sol.
Su resplandor la atrae y la convierte en ceniza.
Viaja a su íntima noche, se asimila
al leve polvo errante de los muertos.
Pero entre lo deshecho se rehace.
Toma fuerzas del caos, se teje en luz
y amanece en la llama indestructible.

Pacheco


Todos hemos ensayado alguna o más de una vez esta 'muerte y resurrección en vida' ante episodios de dolor, pérdida, cambio, decadencia, etc., y es en ese sentido que la figura del Ave Fénix encarna la esperanza de un siempre posible recomienzo.

En Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche habla de las transformaciones de nuestro ser y de nuestro espíritu, y plantea que para alcanzar la cima de la felicidad primero hay que pasar por lo más bajo del dolor. En cierto pasaje formula la pregunta “¿Cómo pretendes renacer si antes no te has reducido a cenizas?”, la cual podría ser una clara alegoría al Fénix. Pero, de todas formas, siempre entendiendo esta muerte a la decadencia como una purificación personal y la sempiterna oferta de seguir en búsqueda de la plenitud y la felicidad.

Otro aspecto precioso del Ave Fénix es el que lo vincula con la idea de la no violencia, ya que al alimentarse sólo del rocío, este etéreo alimento le otorga la posibilidad de no dañar a ningún ser viviente para asegurarse su supervivencia. Además, al quemarse a sí mismo no lastima “karmicamente” a nadie, sino que se autoinmola sin necesidad de ningún otro actor, sin ocasionar dolor a ningún ser en ningún sentido. Nos recuerda asimismo a la filosofía jainista, donde sus adeptos llegan a usar la cara cubierta con un lienzo para no lastimar ni matar a ninguna criatura, por más pequeña que fuese. En este aspecto el Fénix es un claro ejemplo de la cristalización del principio de Ahimsa (no violencia).

En la tarea que encara, una y otra vez, de re-crearse a sí mismo, nos da muestra de la libertad y a la vez la responsabilidad personal por la elección de la vida a la que queremos renacer.
El Fénix simboliza la inmortalidad, la cual no es ajena al cambio: nacimiento, esplendor, decadencia y muerte están enlazados entre sí, formando una interminable cadena que se extiende desde y hasta el infinito, lo que nos permite tomar real perspectiva y escala de cada uno de los escollos nuestros de cada día, y entenderlos como constantes oportunidades para el cambio.

El Ave Fénix es un ser sensible y fuerte al mismo tiempo. Se quema a sí mismo cuando advierte que debe ser su fin.

Podemos imaginar al Ave Fénix perdiéndose en el cielo, haciéndose eterno con su alto vuelo en una fusión con el Universo.


Natalia Peralta & Mauricio Laruffa

11.4.11

El silencio de las sirenas

Hace mucho tiempo atrás, cuando era una niña, soñaba con convertirme en una sirena; mi eterno amor por el agua y mi fantasía de poder vivir debajo de ella habían logrado que las sirenas sean de gran admiración para mí. Recuerdo que cada vez que se me presentaba la oportunidad de sumergirme en una gran cantidad de agua, movía fuerte mis piernas juntas soñando con que, quizás, la rapidez del movimiento convertiría a mis dos extremidades inferiores en grandes y coloridas aletas.
Hoy en día mi sentimiento de amor por el agua persiste, con mayor intensidad aún, más no así la fantasía de convertirme en una sirena. Los pensamientos realistas de la mente adulta ya no me permiten dicha fantasía. Sin embargo, estos seres mitológicos de las profundidades del océano aún me hacen soñar, me hacen sumergirme en un líquido ensueño y pensar cuán maravilloso sería vivir rodeada de agua en lugar de aire. Es que el agua tiene esa energía que me renueva, que me tranquiliza, que me hace andar a la par de sus suaves ondas, nadando en su cristalina paz.
En honor a mi niña interna, a las sirenas de mis fantasías, y por los sueños que aquel inocente corazón albergaba, transcribo un texto de Franz Kafka en el que recoge un pasaje de Ulises del universo ficcional de la Odisea de Homero.

Natalia Peralta

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"Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:
Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría.
Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.
En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.
Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.
Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.
La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo."
Franz Kafka

23.2.11

Cerro Colorado












Allá, en la punta del cerro
se hace imposible el describir,
lo majestuoso del momento,
la suprema energía del sentir.

Te miran los árboles, mansos,
mientras las piedras te hacen pie
para pasar al río, que a su paso
se forja el paisaje cordobés.

Colorados son los senderos,
rojas las piedras, roja la tierra.
En estos andares de febrero
el aire de lluvia fue primavera.

Las nubes taparon cumbres,
la neblina enchapó los cerros,
el plateado paraíso se hunde
en las cenizas de mi recuerdo.

Natalia Peralta

Fotografía
: Graciela De Lazzari
[Cerro Colorado, Córdoba]

1.2.11

Poetas, papeles y nubes



"Si eres poeta, verás claramente que hay una nube circundando esta hoja de papel. Claro, pues sin una nube no habría agua y sin agua los árboles no pueden crecer y sin árboles no podemos hacer papel de esta manera, la nube esta aquí, en esta página, entonces comprendemos que la existencia de esta página depende de una nube. Papel y nube están unidos, íntegramente relacionados."




Al leer estas palabras de Thich Nhat Hanh no pude más que emocionarme, agarrar mi cuaderno, acariciar las hojas y sentir la energía de la naturaleza rodéandome. De repente, entre mis dedos sentía la nube, al agua, al árbol. Comprendí la santidad de la muerte y la vida, el morir de un árbol para que en una hoja nazca un poema. La reencarnación de la nube, el agua y el árbol en mi poesía. La inspiración de los ciclos en mis letras.

Natalia Peralta