Creo en la energía del Universo, en la energía de la Naturaleza y en la energía de los Seres Humanos; y creo, veo, siento, cada vez con mayor claridad, la relación y la conexión que tienen éstas energías. Todo se mueve tan perfectamente bien cuando sabemos observar, cuando llegamos a esa iluminación interna que nos muestra nítidamente que nada en esta vida es casual, que nuestro destino es una cadena de eslabones unidos por causas y efectos. Las personas que estuvieron, las que están y las que estarán en nuestras vidas más adelante, son como una cadena de seres tomados de las manos, sólo que están unidos por una energía cósmica, pero todos aquellos que habitan nuestra existencia se relacionan entre sí de alguna manera, incluso quienes nunca se han cruzado. Quienes nos quieren nos enseñan mucho, quienes nos lastiman, quizás, nos enseñan más. Nunca hay que maldecir a alguien porque nos ha lastimado, hay que bendecir incluso al enemigo, porque lo más probable es que haya aparecido en nuestra vida con el fin de otorgarnos alguna enseñanza.
Insisto, hay que saber ver. Advertir que si amamos a alguien que no nos correspondió quizás sea porque ese amor es el primer escalón para luego llegar a la cima del amor real, pero sólo conociendo al amor que no es podremos llegar al amor verdadero. Hay quienes tienen la suerte de subir escalones de pocos peldaños o de tan sólo uno para llegar al amor real; pero también están los que tienen esa otra suerte de explorar distintas formas de amor hasta llegar al verdadero. Todos los caminos son apasionantes. El amor es apasionante.
Vuelvo a insistir, aprendamos a observar. Los amigos, cuantas veces nos lamentamos al haber perdido un amigo, porque nos distanciamos, porque la vida nos alejó, y pasado un tiempo comprendemos que ese amigo era el que debía estar en ese momento de nuestras vidas, que era la persona perfecta para una época perfecta. No todos maduramos de la misma forma, y a veces para crecer las ramas de un árbol deben abrirse. Igual las personas. El Universo nos proporciona un orden en nuestras relaciones, nuestra energía cósmica es un imán que atrapa a las personas correctas para cada instante, para cada época, para cada lugar.
El Universo nos provee todo de una forma tan perfecta, sólo hay que aprender a captar. Segundo a segundo nuestro ser se entrelaza con todo lo que no rodea. Nuestro ser se entrelaza con cada objeto. Abracemos a la silla en que nos encontramos sentados, pues alguna vez fue un árbol en un bosque. Nuestro ser se entrelaza con cada hecho, con cada situación, desde sentarnos a tomar un té hasta hacer un viaje, tornemos sagrado cada instante. Que no nos alcance jamás el aburrimiento, es sagrado incluso el momento en que nos encontramos en la cama mirando el techo, pensando, soñando. Nuestro ser se entrelaza con cada persona, y si nuestra energía es buena, podemos lidiar y complementarnos a la perfección con las demás energías de las personas, tanto con las buenas como con las malas. Podemos lograr ese equilibro, sonreír con cada encuentro grato, sonreír incluso en los encuentros no gratos.
Ante las personas de mala energía no actuemos con bronca, sino con compasión, es la única forma de lograr un equilibrio con ellas.
Ante las personas de buena energía, disfrutemos. Apreciemos cada instante cuando el Universo ponga frente a nosotros a esos seres que irradian luz. Aprendamos a ver por qué ciertas personas aparecen en ciertas etapas de nuestra vida, y comprendamos también cuando y por qué se van. Cada encuentro con otra persona nos enseña algo, y debemos disfrutar de esos encuentros en el exacto instante en que suceden, porque podrían ser los únicos. Lo cierto es que todo es impermanente, hay que valorar cada instante con cada persona, nunca sabremos si volveremos a encontrarnos. Y nunca, jamás, nos lamentemos por quienes ya no formen parte directa de nuestra vida. Aprendamos a sonreírle al recuerdo, comprendamos por qué algunos seres estuvieron en nuestra vida sólo una etapa, por qué fueron las personas perfectas para esa etapa, por qué ya no lo son ahora. Comprendamos que quien se encuentra con nosotros está en el aquí y ahora, no el pasado, no en el futuro. Y a los que estén en el pasado, pues saludémoslos con una sonrisa. Y a los que estén en el futuro, pues démosle la bienvenida con una sonrisa. Todas nuestras relaciones se encuentran en sincronicidad con cada estado nuestro, con cada etapa, con cada instante. Observemos, aprendamos a ver estas sincronicidades, el por qué de cada encuentro, de cada bienvenida y de cada partida. Así ya no volveremos a lamentarnos. Así cada instante será vivido en el eterno presente, el aquí y ahora. Así, danzaremos al unísono con el Universo y nos fundiremos en un océano de energías en perfecta sincronía.
Vuelvo a insistir, aprendamos a observar. Los amigos, cuantas veces nos lamentamos al haber perdido un amigo, porque nos distanciamos, porque la vida nos alejó, y pasado un tiempo comprendemos que ese amigo era el que debía estar en ese momento de nuestras vidas, que era la persona perfecta para una época perfecta. No todos maduramos de la misma forma, y a veces para crecer las ramas de un árbol deben abrirse. Igual las personas. El Universo nos proporciona un orden en nuestras relaciones, nuestra energía cósmica es un imán que atrapa a las personas correctas para cada instante, para cada época, para cada lugar.
El Universo nos provee todo de una forma tan perfecta, sólo hay que aprender a captar. Segundo a segundo nuestro ser se entrelaza con todo lo que no rodea. Nuestro ser se entrelaza con cada objeto. Abracemos a la silla en que nos encontramos sentados, pues alguna vez fue un árbol en un bosque. Nuestro ser se entrelaza con cada hecho, con cada situación, desde sentarnos a tomar un té hasta hacer un viaje, tornemos sagrado cada instante. Que no nos alcance jamás el aburrimiento, es sagrado incluso el momento en que nos encontramos en la cama mirando el techo, pensando, soñando. Nuestro ser se entrelaza con cada persona, y si nuestra energía es buena, podemos lidiar y complementarnos a la perfección con las demás energías de las personas, tanto con las buenas como con las malas. Podemos lograr ese equilibro, sonreír con cada encuentro grato, sonreír incluso en los encuentros no gratos.
Ante las personas de mala energía no actuemos con bronca, sino con compasión, es la única forma de lograr un equilibrio con ellas.
Ante las personas de buena energía, disfrutemos. Apreciemos cada instante cuando el Universo ponga frente a nosotros a esos seres que irradian luz. Aprendamos a ver por qué ciertas personas aparecen en ciertas etapas de nuestra vida, y comprendamos también cuando y por qué se van. Cada encuentro con otra persona nos enseña algo, y debemos disfrutar de esos encuentros en el exacto instante en que suceden, porque podrían ser los únicos. Lo cierto es que todo es impermanente, hay que valorar cada instante con cada persona, nunca sabremos si volveremos a encontrarnos. Y nunca, jamás, nos lamentemos por quienes ya no formen parte directa de nuestra vida. Aprendamos a sonreírle al recuerdo, comprendamos por qué algunos seres estuvieron en nuestra vida sólo una etapa, por qué fueron las personas perfectas para esa etapa, por qué ya no lo son ahora. Comprendamos que quien se encuentra con nosotros está en el aquí y ahora, no el pasado, no en el futuro. Y a los que estén en el pasado, pues saludémoslos con una sonrisa. Y a los que estén en el futuro, pues démosle la bienvenida con una sonrisa. Todas nuestras relaciones se encuentran en sincronicidad con cada estado nuestro, con cada etapa, con cada instante. Observemos, aprendamos a ver estas sincronicidades, el por qué de cada encuentro, de cada bienvenida y de cada partida. Así ya no volveremos a lamentarnos. Así cada instante será vivido en el eterno presente, el aquí y ahora. Así, danzaremos al unísono con el Universo y nos fundiremos en un océano de energías en perfecta sincronía.
Natalia Peralta


